domingo, 7 de octubre de 2012

El abuelo Miguel



1988

Se sienta delante de la mesa-camilla. Prepara cuidadosamente su máquina de escribir, coloca una hoja en blanco y empieza a escribir. Cualquier evento, por insignificante que sea, es susceptible de ser protagonista de una de sus poesías. Mañana es mi cumpleaños, cumplo 7 años, seguro que ese es el tema de hoy.

Acabo de llegar del colegio, entro como una exhalación hasta la cocina y rebusco en la caja de las galletas de mi abuela, allí tengo preparado mi bollycao para la merienda. Antes de abrir el plástico, salgo al patio. Hace frío, pero me gusta saludar a los gatos, Misa y Merche. Misa fue el primero, le pusimos ese nombre por la influencia de la iglesia de la Asunción en nuestras vidas, estaba enfrente y siempre jugábamos por allí cuando hacía buen tiempo. Pero, ¿por qué narices le pusimos al otro Merche si era un gato?

Vuelvo a entrar y me siento en la mecedora a comerme mi bollycao. Enciendo la tele, están echando Barrio Sésamo. “¡Abuelo, deja de hacer ruido! ¡No oigo la tele!”, pero el que no me oye es él a mí, enfrascado en la escritura de su nuevo texto.

Hoy no tengo clase de ballet, es viernes, porque en ese caso mi abuela ya tendría preparada la bolsita de las horquillas en el baño para hacerme el moño. Me quedo con la boca abierta viendo cómo esas manos arrugadas pueden moverse con tanta agilidad y hacer un moño perfecto en cuestión de segundos. Hoy tendré que entretenerme con alguna otra cosa hasta que nos recoja mi padre, aunque aquí es fácil. Hay un montón de cachivaches. Y si no, me salgo al taller del tío Paco que él enseguida nos encuentra algo qué hacer.

Mi abuelo me llama, parece que quiere enseñarme lo que ha escrito, pero yo no le presto mucha atención. Le toco con la palma de la mano su brillante calva, siempre me ha fascinado que allí no haya ni un solo pelo. Además, mañana será su gran momento. Celebramos el cumple en casa, mi madre se pasará la tarde cocinando y me preparará la tarta de chocolate más rica del mundo, la de siempre. Vendrán todos mis primos, lo mismo hasta nos disfrazamos. Y cuando llegue el final de la cena, cuando estemos ya comiéndonos la tarta, el abuelo se levantará, llamará nuestra atención, nos pedirá que nos acerquemos todos. Va a leernos una poesía. Ese será su momento, nuestro momento.



2012

Ahora, muchos años después, leo con añoranza otra de las poesías que me escribió, para mi 15 cumpleaños. Esa sí la guardé, la tengo pegada a los pies de mi cama desde entonces.


1 comentario:

  1. Hola estoy interesado en contactar con la autora de Diarios de la Guerra, que habla sobre Miranda de Ebro.

    Mi email: amhmiranda@yahoo.es

    Un saludo Luis.

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