Sentía la tierra húmeda contra la ropa,
tumbado boca abajo en aquella trinchera. Cuando paraban los tiros, las bombas y
los destellos, la tremenda oscuridad se apoderaba de aquel pedazo de infierno
en que nos encontrábamos. Algunos compañeros contemplaban el cielo, tan
estrellado como nunca antes lo habían visto. Un muchacho toqueteaba un pequeño
juguete, que sería de un hijo al que hacía ya muchos meses que no abrazaba.
Una bola de fuego estalló delante de nosotros. Salimos corriendo de la trinchera, con el fusil en la mano y miedo en el corazón.
Una bola de fuego estalló delante de nosotros. Salimos corriendo de la trinchera, con el fusil en la mano y miedo en el corazón.
—Paco, ¿estás bien? ¿Recogemos el tablero?— las palabras de Rafa me trajeron de vuelta a la mesa de juego—. Llevamos desde ayer con la partida. Creo que es suficiente.